Si crees que la música sólo vive en una radio o en la guitarra de un virtuoso, espera a escuchar el latido del universo: los púlsares. Esos fascinantes objetos celestiales, con su incesante "tic-tac", hacen vibrar el cosmos como si fueran los baterías de una banda intergaláctica, marcando el ritmo en una sinfonía de energía, materia, espacio y tiempo.
Un púlsar es, en esencia, el remanente de una estrella masiva que explotó en forma de supernova y se transformó en una extremadamente densa y compacta estrella de neutrones. Lo realmente especial es su rotación vertiginosa y la emisión de radiación en forma de pulsos extremadamente regulares. Es como si el universo tuviera un metrónomo natural, marcando el compás de la ciencia con una precisión asombrosa.
La génesis de un latido estelar
La vida de una estrella es un verdadero cuento épico: desde su nacimiento en una nebulosa hasta su explosión en una supernova, el viaje de una estrella es cualquier cosa menos aburrido. Cuando, finalmente, la estrella colapsa, su núcleo se comprime hasta niveles de densidad increíbles y da origen a una estrella de neutrones. Estos pequeños titanes, con una masa comparable a la del Sol, pero con una densidad inimaginable, giran a velocidades tan extraordinarias que algunos pueden completar cientos de rotaciones por segundo.
Su enorme densidad es debida a que en el núcleo de la estrella, bajo una presión enorme, se producen reacciones nucleares que "combinan" electrones y protones para formar neutrones; lo que reduce drásticamente el volumen del núcleo estelar.
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Púlsar PSR B1509-58 (NASA) la radiación de rayos X detectada por Chandra se representa en color dorado, los infrarrojos detectados por WISE aparecen en rojo, verde y azul. |
Y el origen de esos giros tan veloces está en una de las Tres Leyes de Conservación de la Física: en este caso hablamos de la Conservación del Momento Angular o, para que se entienda, la cantidad de giro. Al colapsar el radio de la estrella se reduce brutalmente, pasando de miles de kilómetros a solo unos pocos. La conservación del momento angular obliga a la estrella mucho más pequeña a girar mucho más rápidamente, al igual que pasa, por ejemplo, con un patinador que rota sobre sí mismo con los brazos extendidos; al cerrar los brazos sobre su cuerpo, su "radio" disminuye y su velocidad aumenta.
El misterio inicial: ¿Mensajes de otras civilizaciones?
Cuando en 1967 se detectó por primera vez un pulso regular y sorprendentemente preciso que provenía de una estrella (pulsant star: púlsar), la comunidad científica se encontró con un enigma. Los primeros registros, elaborados por Jocelyn Bell Burnell y Antony Hewish, mostraron señales tan uniformes que, en tono medio en broma, se especuló que podrían ser transmisiones de "pequeños hombres verdes" (LGM, por sus siglas en inglés, "Little Green Men"). La idea de que pudiéramos estar recibiendo mensajes de inteligencia extraterrestre encendió la imaginación de muchos.
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A la izquierda la gráfica LGM1 (Little Green Men 1) del que resultó ser el púlsar PSR B1919+21, a la derecha Jocelyn Bell junto al Mullard Radio Obervatory, 1967. |
No tardó mucho en quedar claro, tras múltiples observaciones y estudios, que esos pulsos provenían de la rotación de una estrella de neutrones. Así, la hipótesis de comunicación alienígena dio paso al entendimiento de un proceso natural fascinante, abriendo una nueva ventana para explorar los extremos del universo.
La precisión de un reloj cósmico
Lo que realmente distingue a los púlsares es su regularidad casi obsesiva. Cada pulso de radiación es tan predecible que algunos han llegado a ser considerados los relojes naturales más precisos del universo. ¿Quién necesita un reloj atómico cuando tienes un púlsar marcando el tiempo con precisión casi perfecta? Esta propiedad no sólo fascina a los astrónomos, sino que ha permitido realizar experimentos de física extrema, desde probar la relatividad hasta detectar las sutiles vibraciones de las ondas gravitacionales.
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Representación gráfica de un púlsar (NASA) |
Los púlsares no se limitan a emitir simples pulsos: su energía se manifiesta a través de campos magnéticos que pueden ser miles de millones de veces más intensos que el de la Tierra. Esta fuerza titánica acelera partículas a velocidades increíbles, generando radiación en forma de rayos X y ondas de radio. Cada latido se convierte así en una explosión de energía, una sinfonía de magnetismo que desafía nuestra comprensión y nos recuerda lo maravillosamente caótico del Cosmos.
Ciencia y Poesía en cada pulso
Aunque los púlsares son un enigma fascinante para la ciencia, también evocan una sensación poética: no olvidemos que uno de los objetivos de la divulgación científica no es sino recordar que la Naturaleza es la principal fuente de inspiración para el arte humano y que cualquier separación entre ciencia y arte es interesada y equivocada.
En el caso de los púlsares imagina que el universo tuviera un corazón latiendo sin cesar, marcando el paso del tiempo con su inquebrantable ritmo. Esa imagen es precisamente la que nos inspiran estos astros: la persistencia de la vida y la energía en medio de un universo en constante transformación. Son, en cierto modo, testigos silentes de la eternidad, recordándonos que en el caos cósmico siempre hay un orden subyacente; solo nos falta la ilusión por encontrarlo.