Dentro de nuestra serie Científicas, Matemáticas y Astrónomas, hoy presentamos a Rosalind Elsie Franklin, descubridora de la estructura del ADN.
En 1920, en el barrio de Notting Hill de Londres, más dado a ser inspiración de frívolas comedias románticas que de valores científicos, nació una niña de nombre Rosalind. Era un país que aún recordaba el desastre de la Gran Guerra, pero puesto que su padre era un banquero liberal londinense, su posición era más bien desahogada. Vino al mundo en el seno de una familia que le podía brindar grandes oportunidades, su tío paterno fue ministro de interior en el gobierno de 1916, por lo que sus logros, aún siendo mujer en una sociedad de principios de siglo, podían ser ciertamente singulares. Por otra parte, su tía Helen, casada con el fiscal general para el Protectorado Británico de Palestina, era una ferviente sufragista asociada a movimientos sindicales, incluso su tío Hugh, reconocido defensor del voto femenino y cuyas actividades no eran del agrado familiar, estuvieron siempre presentes en su infancia.
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Rosalind Elsie Franklin |
Sus conocimientos le permitieron acceder a una beca para desempeñar su labor para la Asociación de Investigación sobre los Usos del Carbón Británico, de importancia vital para la economía de las islas, ya que sobre aquella industria se había cimentado buena parte de sus conquistas coloniales. Sus conclusiones sobre la estructura del carbón permitieron una mejor clasificación de los distintos tipos de mineral atendiendo a sus aplicaciones como combustible, algo que sería primordial para el esfuerzo de guerra. Sobre dichos trabajos presentaría su tesis doctoral y sería en 1945 cuando se le otorgaría el título correspondiente. Los contactos que en aquellos años estableció con el gran número de científicos refugiados en Inglaterra a causa de la Segunda Guerra Mundial la llevarán al final de la misma a viajar al continente.
En el otoño de 1946, el científico galo Adrienne Weill la presentó al director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas del gobierno francés y éste, finalmente, la pondría en contacto con el Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado en París, donde se incorporaría el 14 de febrero de 1947 como uno de sus quince investigadores. Allí, de la mano de Jacques Mering comenzaría el estudio de materiales amorfos mediante cristalografía de rayos X. Puesto que sus conocimientos estaban basados en el carbón se ocupó de investigar la variación del comportamiento de la estructura molecular de éste en su conversión en grafito.
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Rosalind, durante su época en Francia |
Su trabajo en Francia finalizaría en enero de 1951 y, de vuelta en Inglaterra, comenzó a estudiar el derivado del la química orgánica basada en el carbono que más interesaba al ser humano, el propio Ser Humano. Se unió así en aquel año a la unidad de Biofísica del Consejo de Investigaciones Médicas del King's College de Londres. Inicialmente su trabajo debería haberse centrado en los estudios de lípidos y proteínas, pero se le encomendó, sin embargo, el estudio bajo radiación de la estructura del ADN, puesto que era la única investigadora del centro con conocimientos en difracción mediante rayos X.
Con anterioridad a ella, desde Mayo de 1950, Maurice Wilkins y Raymond Gosling habían iniciado con pobres medios el estudio de dicha estructura, pero sería a partir de 1951 cuando Rosalind se encargaría de la dirección de la investigación, además de guiar la tesis del propio Gosling. Dicho encargo generaría serias fricciones en el equipo, a parte de la falta de tacto del director del centro al no comunicar dicho cambio a los propios interesados, Wilkins y Gosling, no sería raro suponer que el hecho de que dicha responsabilidad recayera sobre una mujer recién regresada del extranjero, por muy preparada que estuviera, fuera a ser aceptada en aquellos tiempos por Wilkins sin cierto recelo.
Las mejoras que Rosalind fue introduciendo en la técnica de obtención de las imágenes del ADN crearon en Wilkins un resentimiento que le llevaría a calificar la actitud de Rosalind como de fría superioridad. Existía además entre ellos diferencias de carácter que se volvieron insalvables: a la tenacidad, concisión e impaciencia de Rosalind, se oponían la timidez y calma de Wilkins. A pesar de todo ello, Rosalind y Gosling, descubrieron que las fibras de ADN se comportaban de modo diferente en presencia de un medio acuoso. Este hecho y la compleja situación de relaciones personales en el equipo, hizo que el director del centro optara por separar ambos estudios, encargando a Rosalind y Gosling las investigaciones sobre uno de los comportamientos del ADN y a Wilkins sobre el otro. A finales de 1951, Wilkins estaba convencido de que ambos estudios llevarían a confirmar una forma de doble hélice del ADN, por el contrario, Rosalind opinaba que únicamente el tipo de ADN estudiado por Wilkins era helicoidal. Sin embargo, en enero de 1953, Rosalind confrontando los resultados de ambos estudios apoyaría la teoría de que en ambas situaciones el ADN compartía la misma estructura. El 6 de marzo de 1953, Rosalind presentó dos manuscritos exponiendo y confirmando los resultados de Wilkins, un día antes de que James Watson y Francis Crick completaran su modelo. La publicación prevista para sus propios estudios quedaría traspapelada durante varios años en su despacho del King's College.
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Fotografía 51, que muestra el patrón de difracción por rayos X del ADN |
Y fue así, cómo el 7 de marzo de 1953, Watson y Crick dieron por finalizado su modelo, tras recibir una carta el día anterior de parte de Wilkins informándoles de que Rosalind había abandonado el King's College por el Birkbeck College y que por tanto tenían las manos completamente libres para revisar sus estudios. Semanas después, en abril de 1953, Rosalind solicitó a Watson permiso para observar su modelo, manteniendo aún ciertas suspicacias sobre la exactitud del mismo y considerando que aún se precisaban más observaciones experimentales para afirmarlo.
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Rosalind, en 1955 |
Su incorporación al Birkbeck College para realizar estudios sobre la estructura viral, en especial en el medio vegetal a cargo del Centro de Investigación Agrícola se debería a J.D.Bernal, irlandés comunista, ardiente defensor de la inclusión de mujeres en los departamentos científicos británicos. Durante los años siguientes se ocupó de examinar la estructura de otro componente esencial en la transmisión de la información genética, el ARN, parte fundamental de la existencia de los agentes virales. En 1956 durante una estancia en Estados Unidos por motivos laborales su salud se resintió y en septiembre de aquel año le fueron extirpados dos tumores abdominales. Incluso durante el tratamiento Rosalind continuó trabajando al frente de sus investigaciones, ocupándose su grupo de trabajo del estudio de la polio.
Sin embargo, a finales de 1957 su deterioro era ya inevitable, en abril del año siguiente, con apenas 37 años, Rosalind fallecía a consecuencia de una neumonía agravada por un cáncer de ovario, enfermedad supuestamente generada por la exposición continuada a las radiaciones procedentes de los arduos experimentos que había llevado a cabo, de un modo similar a cómo le había acontecido a Marie Curie. Sobre su tumba, sus padres, que la sobrevivieron dejaron escrito: Sus investigaciones y descubrimientos sobre los virus permanecerán como un beneficio duradero para la humanidad.
Los primeros datos públicos generales sobre la teoría de la doble hélice de ADN no aparecerían hasta 1960, y sólo a partir de 1962 comenzaría a ser ampliamente aceptada. Afinar y confirmar la teoría había llevado siete largos años, y fue la enemistad con Rosalind, frente a la amistad con Wilkins, además del hecho de haber sido éste el iniciador de los estudios con rayos X sobre el ADN los que llevarían a Watson a apoyar la inclusión de Wilkins en la candidatura conjunta a los premios Nobel ese mismo año. Para Rosalind, sin embargo, ya era demasiado tarde.
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James Watson, Francis Crick Rosalind Franklin y Maurice Wilkins ¿Quién NO recibió el Nobel por el descubrimiento de la estructura del ADN? |
Una vez más la naturaleza cruel de la humanidad gobernada por el sentido masculino de la historia la privaría del justo reconocimiento. Era imposible que Rosalind recibiera el Premio Nobel ya que no se concede de manera póstuma, pero ni tan siquiera durante el discurso de agradecimiento ni Watson ni Crick citarán su nombre; sólo Wilkins hará una leve referencia a la gran aportación de Rosalind, pero nada más. Pues bien, queden para ellos los honores y los galardones, quédense con sus despachos y su misógina existencia que presupone a los hombres las grandes ideas y reserva a las mujeres el sacrificio y el esfuerzo diario que las sostiene y que las arrastra a morir antes de tiempo, y déjennos a nosotros el recuerdo y la admiración hacia una mujer cuya inteligencia, tozudez y dedicación nos llevó a ver lo más profundo de nosotros mismos. Y no, no se trata de nuestra alma.