En la serie Científicas, Matemáticas y Astrónomas hoy os presentamos a Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquise du Châtelet.
Nació en París, Reino de Francia, el 17 de diciembre de 1706 como hija de Louis Nicolas le Tonnelier de Breteuil, Secretario Principal de Luis XIV, lo que le permitió, desde una posición más que acomodada, vivir en el ambiente de la corte francesa. Puesto que el matrimonio ha sido el destino que la Sociedad ha reservado a las mujeres hasta no hace mucho tiempo, sus padres se ocuparon de que recibiera la educación adecuada para moverse cómodamente entre las capas sociales de la burguesía y la aristocracia. Recibió clases de danza, y canto, artes en las que demostró unas cualidades notables. Pero quizás a diferencia de otras mujeres, puede que con el fin de convertirla en una joven más fácilmente casadera, recibió clases de esgrima, equitación y también de idiomas. A los doce años se expresaba con fluidez en latín, italiano, griego y alemán, lo que con el tiempo le permitiría realizar traducciones de los clásicos grecolatinos al francés.
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Émilie du Châtelet. Retrato de Maurice Quentin de La Tour |
A parte de esta educación útil para el lugar que debería ocupar en la Francia anterior a la revolución de 1789, recibió además una educación científica que le permitió iniciarse en la física y las matemáticas. A pesar de su formación científica y su carácter ciertamente rebelde, el 20 de Junio de 1725, cumpliendo con el contrato social de su posición, contrajo un matrimonio de conveniencia con el marqués Florent-Claude du Châtelet. Apenas tenían nada en común que pudiera servirles para llevar una vida feliz, por lo que después de tener su tercer hijo y considerar que había cumplido con lo que se esperaba de ella, acordó con su marido mantener su matrimonio pero con la libertad suficiente por ambas partes como para vivir sus vidas de modo independiente. Así mientras él cumplía con sus obligaciones militares fuera de París, ella permaneció bajo la influencia de la corte.
Con un alto grado de libertad Émilie mantuvo varios amantes de los que no sólo disfrutó el placer del amor, sino que también aprendió de ellos todo cuanto pudo y compartió la fascinación por el conocimiento y el saber que a cada uno le era propio. Tres de ellos fueron los más conocidos: con 24 años Émilie compartió sus días con el duque de Richelieu con el que departía sobre filosofía y literatura, un amor que duró tan sólo un año y medio. Durante ese tiempo descubrió las teorías de Newton y el propio duque la impulsó para que profundizara sus conocimientos en matemáticas, de modo que, tras conocer a Moreau de Maupertuis, éste se convirtió en su tutor en geometría y también en su nuevo amante. Moreau era astrónomo, matemático y físico y también compartía su interés por las nuevas teorías sobre gravitación que llegaban desde Inglaterra, causa por aquellos días de acalorados debates en la Academia de Ciencias. Finalmente, la cada vez mayor actividad científica de Émilie la llevó a conocer al autor de Cándido, Voltaire, con el que viviría durante quince años en la villa de éste en Cirey-sur-Blaise en el Alto Marne.
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Les Élements de la Philosophie de Newton, de Voltaire. Émile aparece como su musa. |
En 1749 Émile descubre que está embarazada del poeta el poeta Jean François de Saint-Lambert y, anticipando su más que posible terrible destino, trabajó para concluir la traducción al francés de la monumental obra Principia Mathematica de Newton, texto al que ella añadió algunos comentarios sobre la conservación de la energía. No resulta sorprendente por tanto el comprobar con cierta distancia como en mecánica clásica, la afirmación de Émilie, E = 1/2 m v^2, se verá completada siglos más tarde por Einstein en la mecánica relativista, E = m c^2.
El 10 de septiembre de 1749, y como ella misma temía, Émilie fallece como resultado de complicaciones e infecciones tras el parto. Así nos dejó la mujer de la que Voltaire dijo "Un gran hombre, cuyo único defecto fue ser mujer". Entre provocación y halago, no deja de recordarnos que incluso en una época de incipiente Razón, y en la mente de uno de los mayores genios de la historia, el hecho de ser mujer era, cuando menos, sorprendente.
Hoy millones de niños y niñas en el mundo aprenden cada día las viejas fórmulas sobre energía cinética y potencial; pero es tan cierto como que las manzanas caen de los árboles atraídas por la fuerza de la gravedad, que casi todos ellos ignorarán la contribución de Émilie. A Newton, desde luego, lo recordamos por su genial formulación sobre la gravedad, sin embargo a ella y a otras muchas las ignoramos por la fuerza de la costumbre y la tradición, a pesar de que los conocimientos y el saber que nos han regalado permanecen grabados en nuestras mentes desde siempre y para siempre.